LA GUERRA DE COREA Y EL ENTRENAMIENTO EN LA CIA

Sin nada que retuviera a la familia en Tampa, Mel nos llevó a Washington, DC. a principios de 1953 para servir en el ejército y entrenar con la Agencia Central de Inteligencia (CIA). La familia vivía en una casa adosada en una calle llamada Dent Place en el barrio de Georgetown en Washington, y Marilee y Montague asistían a la escuela primaria católica Holy Trinity School, que quedaba al lado de la Universidad de Georgetown.
La Guerra de Corea había comenzado en 1950 y continuaría hasta la firma del Acuerdo de Armisticio de Corea en julio de 1953. Mel estaba en el ejército y tenía una posición dentro del Pentágono con rango de coronel. Al mismo tiempo, postuló para entrar en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y fue aceptado en su programa de entrenamiento encubierto. Me explicó que su entrenamiento se realizó en casas de seguridad de Georgetown y en el cercano centro de entrenamiento de Warrenton Training Center (WTC), a unas 50 millas al este de Washington, DC, así como en el principal centro de entrenamiento en Camp Peary, también conocido como ‘The Farm’ (La Finca), cerca de Williamsburg, Virginia.
Su sobrina biológica, Gertrude, (hija de su hermana Esther) escribió: “Mi cuñado, que fue llamado a trabajar para esa guerra [coreana], fue enviado al Pentágono para cumplir su tiempo, y uno de sus trabajos era llevar cosas a la oficina del Coronel Lord, aunque en aquél momento no sabía que era el hermano de mamá. Cuando llegó a casa y nos lo contó, todos estuvimos muy sorprendidos.”
ASIGNACIÓN EN MADRID

La primera asignación de Mel como agente secreto de la CIA ocurrió en 1955. Le mandaron a Madrid para ayudar a organizar un frente de la resistencia militar del gobierno español contra el eje comunista, que amenazaba a Europa en el ámbito de la Guerra Fría. Comenzó en 1950, cuando el Ejército Popular de Corea del Norte, respaldado por los soviéticos, invadió Corea del Sur. Los Estados Unidos temían que este ataque fuera el primer paso en una campaña comunista para apoderarse del mundo.
En 1953 el presidente Eisenhower había abierto relaciones de Estados Unidos con España, que seguía bajo la dictadura de Francisco Franco. A pesar de la naturaleza antidemocrática del gobierno, la posición estratégica de España a la luz de la Guerra Fría y la posición anticomunista de su gobierno llevaron a que Eisenhower crease una alianza comercial y militar con los españoles a través del Pacto de Madrid, poniendo fin al aislamiento de España después de la Segunda Guerra Mundial y provocando el Milagro Español, caracterizado por el auge económico de amplia base que ocurrió entre 1959 y 1974.

Bajo el Pacto de Madrid, Mel debía coordinar las acciones de los Estados Unidos con el ejército español en la preparación de una invasión rusa de Europa. Si eso ocurriera, España tenía que convertirse en la última línea de defensa antes de que los rusos atacaran los Estados Unidos.
La cobertura de Mel consistió en trabajar como ingeniero químico en la Corporación Internacional de Pennsalt, una empresa de fabricación de productos químicos con oficinas regionales en el Edificio España en la Plaza de España en Madrid. Estaba cerca de la casa donde vivía la familia en la torre del edificio Paseo del Pintor Rosales, 28. El edificio estaba frente al Parque del Oeste, y Marilee y Montague pasaban muchas horas en el parque con sus patines. A menudo había cócteles en el piso, lleno de generales y otros altos oficiales militares. Era un importante centro social y Carmen lo abrazó con alegría absoluta.

La vida en el Paseo Rosales fue maravillosa. Carmen tenía muchos amigos y dirigía un hogar que en algún momento llegó a tener 10 criadas. Ellas vivían en una gran habitación que estaba separada de la torre, ubicada en la parte trasera de uno de los tres patios que teníamos. Esos patios estaban llenos de plantas en macetas que yo tenía que regar cada día. Carmen finalmente llegó a un punto de ebullición con Julia un día, cuando Mel regresó del trabajo y, en lugar de ir a saludarla, fue a ver a Julia para preguntarle qué estaba cocinando para la cena. Se produjo un gran alboroto y al día siguiente Julia regresó a Palamós con su familia para nunca volver.

Marilee asistió a la Escuela del Sagrado Corazón y yo asistí a Ramiro de Maeztu. Aunque esta última no estaba muy lejos, recuerdo haber tenido que estar en la parada del autobús antes de las 5:30 de la mañana porque el autobús pasaba por todo Madrid, recogiendo estudiantes antes de llegar finalmente a la escuela. Por suerte que a la vuelta, mi parada era una de las primeras. Durante las madrugadas, la Guardia Mora de Franco marchaba sobre sus hermosos caballos árabes frente a nuestro edificio a lo largo del Paseo Rosales. Eran magníficos.
Carmen estaba muy feliz en Madrid. Era el tiempo después de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial y España todavía estaba en reconstrucción. Para un niño como yo, todas estas guerras representaban fantásticas aventuras, que yo recreaba con mis soldados que compraba cada semana con las 50 pesetas que mi padre me daba. Un amigo mío que vivía cerca me mostró los escondites secretos detrás de las bibliotecas falsas que existían en su casa. Habían muchos lugares así por nuestro barrio.

La ruina bombardeada al lado de nuestro edificio de apartamentos estaba poblada por personas pobres que vivían entre los escombros, a quienes llamábamos los ‘infantes’ por alguna razón que aun no entiendo. Pasábamos horas en la ventana con las criadas arrojándoles comida y observando cómo corrían alrededor de los escombros para recoger la comida. Quizás suena cruel, pero para un niño de 9 años, fue muy divertido. Y ellos siempre estaban muy agradecidos por la comida.

También pasé un tiempo convaleciente porque el médico descubrió que tenía un prolapso de la válvula mitral en mi corazón. Sin poder ir al colegio, venía un profesor para darme lecciones y tomaba lecciones de guitarra española de un maestro que venía a nuestra casa por las tardes. Me enseñaba guitarra durante una hora (recuerdo haber aprendido una Mazurca) y luego se quedaba conmigo durante otra hora y me contaba historias de sus experiencias durante la guerra civil española.
La historia más emocionante que recuerdo fue cuando él estaba parado en un balcón en el centro de Madrid, y un cañón fue disparado. El proyectil explotó cerca, con el resultado de que una cabeza cortada aterrizó en el balcón a sus pies. También me dijo que el momento más lleno de culpa que sintió durante la guerra fue el día en que él robó un poco de pan a alguien para llevárselo a su esposa en casa porque estaba hambrienta porque solo daban de comer a los hombres. Eran historias fascinantes para un niño de 9 años.
PALAMÓS
Carmen y los niños pasábamos las vacaciones en Palamós, mientras Mel se quedaba a trabajar en Madrid. Gran parte de su trabajo consistió en viajar por todo el país para visitar fábricas y otros lugares con un equipo. Carmen no estaba al tanto de sus actividades de la CIA y sólo se enteró de ellas años después cuando Mel se unió al Banco Mundial y supuestamente dejó la CIA.


Marilee y yo disfrutamos muchísimo sin que estuviese nuestro padre con nosotros en Palamós porque era muy estricto. Sin él, podríamos hacer todo lo que queríamos, sin que nadie nos dijese nada. Aunque esta es la historia de mi padre, no puedo dejar de mencionar esa vida feliz que pasamos en Palamós Marilee y yo.
Hasta mediados de 1956, siempre nos quedábamos en el piso de nuestra tía Carmen Vilar Moner, hermana de nuestra abuela. Su piso estaba ubicado en la Calle Mayor, encima de la Sastrería Rafael. Más importante aún, estaba en la esquina frente a la pastelería “Collboni”, que para nosotros era una ubicación ideal. Los ‘triángulos’ hechos a mano por Collboni eran especialmente deliciosos. En una casa junto a nosotros había una familia gitana, cuya hija Mari y su hijo, Toni, tenían casi la misma edad que nosotros. Eran muy pobres, y Tía Carmen les daba comida. Tuvimos muchas aventuras con ellos.
Curiosamente, no recuerdo dónde se quedaba nuestra madre, pero sé que estaba en Palamós porque íbamos a nadar con ella y nuestras tías, y después de bañarnos tomábamos aperitivos en el bar Los Caracoles frente al puerto, antes de dirigirnos a la casa de la Abuelita a por arroz y otras estupendas comidas.
MUERTE EN PALAMÓS

Dos eventos notables ocurrieron en este período. El primero fue el nacimiento de Carmen (Carmencita) Belén, de Carmen y Mel, en Madrid, en mayo de 1955. El segundo fue la muerte del padre de Carmen, Pelayo. Su muerte fue uno de los momentos más tristes de nuestras vidas, especialmente para mi madre. Era una persona amable, sabia y maravillosa y nos amábamos profundamente. Mi madre una vez me dijo que su padre, Pelayo, era el único hombre al que realmente había amado en su vida, y me imagino que quería decir que él era el único hombre en su vida que siempre la había hecho feliz. Estoy seguro de que su amor por Mel era igual, pero estuvo marcado por extremos en sus sentimientos, como lo sugiere su diario en los meses previos a su boda con Mel (ver “1940-1941-Diario de Carmen Lord Pages-SP.pdf “).

Nacido en Palamós en 1888, Pelayo Pagés Belleville era farmacéutico, e inicialmente era dueño de la farmacia en la otra esquina de donde se encontraba el apartamento de Tía Carmen en la Calle Mayor de Palamós. Vendió la farmacia a Juan Vilar Moner, hermano de su esposa, Maria Vilar Moner, y se fue a Barcelona, donde abrió otra farmacia en la esquina de la calle Aribau con la calle de la Diputación. Pelayo y María, junto con sus hijos Carmen y Pelayo, vivían en la calle Consejo de Cientos. Al casarse su hijo Pelayo Pagés Vilar con Mercedes Ribera Casamada, les dieron el piso en Consejo de Cientos y se fueron a vivir a la Calle Aribau, 24 al lado de la farmacia. Luego, cuando Pelayo se retiró, su nuera Mercedes ofreció cambiar su especialidad universitaria para estudiar farmacología y, con ese gran sacrificio, la farmacia pudo permanecer en la familia.

En mayo de 1956, Pelayo y María alquilaron una hermosa casa en el gran edificio que era propiedad de Víctor Mir y su esposa Dolores, que se encontraba a lo largo de la calle de los Notarios en Palamós. Llegaron a tiempo para celebrar la procesión de la Virgen del Mar, que pudieron ver desde su balcón. Todos los participantes le saludaba al pasar por debajo de su balcón, y en esa procesión iba yo acompañado por mi amigo pescador y mentor, Navarro.
Esa noche, mientras Marilee y yo dormíamos en la habitación de atrás al lado del jardín, Pelayo sufrió un ataque de corazón. Siempre había tenido un corazón débil y tomaba nitroglicerina. Pero ese día había olvidado sus pastillas en Barcelona. Sabía que estaba muriendo y Carmen estaba allí con él. Su esposa, María, no fue valiente y se despidió de él y salió de la habitación. Carmen, sin embargo, lo tomó en sus brazos y así murió esa noche, en sus brazos. Por la mañana, nos informaron de la muerte del Abuelito, y Marilee se escapó de la casa para ir a quedarse con Frank Cavanaugh en su complejo de apartamentos en San Antonio de Calonge durante la semana siguiente. Pelayo fue colocado en una tabla entre dos sillas y la gente vino a despedirse de él. Victoria y Pepe Gubert fueron a Barcelona a buscar a su hijo, Pelayo; su nuera, Mercedes Ribera Casamada, estaba en la casa de su madre en Palamós, en la Calle de la Creu, y vino enseguida. Todo el pueblo acudió a su funeral. Fue llevado al cementerio en una carroza fúnebre tirada por dos caballos enormes, que era la costumbre en ese entonces, y fue la última vez que se utilizó una carroza fúnebre tirada por caballos. Su muerte fue de los momentos más tristes en nuestras vidas.