ASIGNACIÓN EN LA CIUDAD DE MÉXICO

En 1957, Mel fue asignado a México por la CIA, bajo la cobertura de Klein & Saks Group LLC, un proveedor de servicios de gestión, cuyo presidente era Richard Davies. Richard estaba informado de la actividad secreta de Mel y muy a menudo viajaban juntos porque se apreciaban mucho. Richard y su esposa Peggy siguieron siendo amigos durante toda la vida con la familia.

Al oír que se marchaban de Madrid, Carmen no quería acompañar a Mel. Había estado muy feliz en Madrid y no quería cambios. Escribió, “Cuando estábamos absolutamente felices en la torre de Paseo Rosales 28 en Madrid, Mel anunció que nos íbamos a México. Empaqueté los muebles con la intención de quedarme en Palamós, donde mi padre había hecho un trato con Dolores y Víctor Mir para tener una casa con vistas al mar en la calle Notarías. La última noche en Madrid, no me acosté. Nuestro taxista, Agustín Boix, de Palamós, había venido a conducir nuestro auto Buick a Palamós. Los Gispert me dieron una hermosa cena y hablamos hasta el amanecer. Nuestra ama de llaves principal, Adelina, vino con nosotros [a Palamós] cómo la niñera de Carmencita.”

Pero finalmente Carmen y los niños se trasladaron a México para unirse con Mel. Meses después escribió: “¡Llegamos a México y nos encantó!”. Su reacción no es sorprendente. Mel a menudo se iba a viajes largos y Carmen aprovechó esos viajes para tener una aventura amorosa muy tórrida con el maestro de arte, mío y de Marilee. En la víspera de Navidad, Carmen y nuestro profesor de arte lograron viajar a una de las principales catedrales cerca de la Ciudad de México y pasar la noche allí. Marilee me contó sobre el romance porque, a ella, nada se le escapaba. Años más tarde, mi madre me contó de esta relación y yo le dije que nosotros, los niños, ya lo sabíamos y que Marilee me lo había contado. Se quedó muy sorprendida de que supiéramos su gran secreto.

Vivíamos en el noveno piso de un complejo de apartamentos en Las Lomas de Chapultepec. Yo iba a una escuela local y los chicos mayores me perseguían a casa, queriendo pegarme por ser estadounidense. Afortunadamente, aunque yo no era valiente, sabía correr muy rápidamente. Mi padre trató de mostrarme que ser golpeado no era algo a temer, sino el miedo de ser golpeado; e intentó demostrar esta “teoría” haciendo como si me fuera a pegar. Esta lección no entendí y lloré como el diablo. Pero más adelante en la vida, asimilé esa lección y, en mis clases de boxeo ahora en Washington, DC, nunca retrocedo de los golpes que recibo en mis prácticas.

Mel logró encontrar tiempo para llevar a la familia de viaje los fines de semana, y a menudo visitábamos fabulosas haciendas y las grandes ruinas aztecas. Pero, en general, a menudo estaba fuera, y hacíamos lo que queríamos porque Carmen nos prestó poca atención. Muchos de los fines de semana íbamos al Club de Campo estadounidense y también a una increíblemente grande casa de algunos amigos estadounidenses en la sección de la Ciudad de México llamada ‘El Pedregal’, donde todo estaba hecho de lava volcánica, incluida la piscina que tenía forma natural y una ducha al aire libre, cuyo piso de lava absorbió toda el agua que desapareció milagrosamente debajo de la tierra.
ASIGNACIÓN EN CARACAS, VENEZUELA

Desafortunadamente, la familia estuvo en México durante solo 6 meses. Mel fue as ignado a Caracas y resultó ser un tiempo horrible para todos. Mel y Carmen peleaban constantemente, y Carmen fumaba dos paquetes de cigarrillos al día, igual que mi padre. Caracas era una ciudad joven con edificios altos junto al crecimiento de la jungla, basura amontonada, carreteras y ríos de cloacas abiertos donde los niños a menudo se ahogaban y sus cuerpos se veían flotando en ellos. Nuestro edificio tenía la jungla a los lados y un gran campo lleno de basura delante, con una autopista bordeada por la cloaca abierta de la ciudad.
Nuestra primera experiencia con el alto coste de vida en Venezuela fue cuando Mel compró a la familia una sola porción de un “banana split” que costó $ 5.00 en precios de 1957, ¡equivalente a 42 euros en precios de 2020! Nunca lo volvimos a pedir. Pero teníamos una panadería en el primer piso de nuestro edificio de apartamentos, de la cual salían deliciosos olores de pan horneado todo el día, con el resultado de que todos en la familia aumentamos varias libras en pocos meses.
Para mí, teniendo 11 años, era una gran aventura al tener una jungla real al lado de nuestro edificio. Tenía un gran tirachinas y pasaba muchas horas cazando y matando lagartijas enormes y otros animales salvajes. Todos los reptiles eran enormes. Una vez, en un viaje de fin de semana a una hacienda en Maracaibo, Mel vio un gran saltamontes que aparentemente estaba flotando muerto en la piscina. Lo recogió para mostrarnos lo grande que era. El saltamontes tenía sierras en la parte posterior de sus patas y, con un solo estirón de la pata, cortó el dedo índice de Mel hasta el hueso. Todos estábamos extremadamente impresionados y, en crédito a Mel, no gritó o se quejó del dolor intenso que debería haber sentido.

Marilee asistió a una escuela basada en el sistema escolar del Sagrado Corazón y yo asistí a un colegio jesuita, ya que ambos aplicaban sistemas de enseñanza internacionales estándar, que en teoría podrían aplicarse en todo el mundo. Entonces, permitía a los estudiantes moverse de un país a otro sin dificultades de aprendizaje. El sentimiento antiamericano que yo había experimentado en México continuó en Venezuela, y fui perseguido por compañeros escolares y adultos. El conductor que me llevaba con otros niños a la escuela se detenía en la carretera para dejar que los niños salieran del coche y me pegaran. Para entonces, me había vuelto inmune a las palizas.
No hay mucho que escribir sobre la vida de Mel en Venezuela. A menudo se iba y cuando estaba en casa había grandes peleas entre él y Carmen. Los fines de semana eran aburridos; más allá de matar lagartijas, no había mucho que hacer, aparte de ir al Club de Campo norteamericano, que era divertido porque había muchas actividades para niños.
Marilee y yo encontramos otra fuente de entretenimiento los fines de semana. Era arrojar canicas desde nuestro noveno piso a la carretera de abajo cuando los coches pasaban para ver si podíamos golpearlos y hacer un agujero. Tuvimos éxito a menudo, pero tuvimos que parar cuando nuestra puntería fue tan buena que topamos con la señal de un taxi en su techo y el taxista vino detrás de nosotros con la ayuda del portero del edificio.

Como en la mayoría de los lugares donde vivimos, Mel aprovechó algunos fines de semana para llevar a la familia a varios lugares fuera de Caracas, ya que sabía que no estaríamos allí mucho tiempo y quería que tuviéramos la experiencia de la cultura del país. Pero no había muchos sitios para visitar. Fuimos a la cima de la montaña al lado de Caracas en teleférico, lo cual fue una aventura debido a su poca fiabilidad. Y volamos a la ciudad selvática de Maracaibo, donde no solo pudimos ver al saltamontes gigante cortar el dedo de Mel, sino que también caminamos por la enorme selva con la expectativa de encontrar serpientes gigantes al otro lado de los árboles caídos a lo largo del camino. La semana después de que estuvimos allí, un buen amigo de Mel voló allí en su avión de hélice Cessna, se estrelló en la selva y nunca fue encontrado. Afortunadamente, solo nos quedamos en Caracas durante 6 meses. No creo que el matrimonio entre Carmen y Mel hubiera durado mucho más si nos hubiéramos quedado más tiempo en ese país.